A veces, no es el amor lo que se termina… Sino la paciencia
He tenido la inquietud de compartir algo.
No estoy casada, ni soy la más experta para hablar de relaciones, parejas y eso, pero a veces no es el tiempo o la trayectoria solamente los que hacen la experiencia, madurez y sabiduría.
He visto de forma cercana como las relaciones no duran, y se destruyen de a poco. Algunos alegan que se acabó el amor, y quiero decir que objeto sobre eso.
Muchas veces no es que se acabe el amor, sino que lo acaban.
Entrar en una relación es dejar de ser uno (individualismo), para ser dos (mutualismo), sin dejar de ser nosotros mismos. Pero muchas personas no lo ven así, piensan que tener una pareja es tener a alguien a quién gobernar e imponerle cosas.
En ocasiones, comenzamos a ver las fallas de la otra persona, pero SOMOS INCAPACES de autoevaluarnos y reconocer, para ver si nosotros en algo hemos sido culpables de originar esas actitudes en el otro. No vemos nuestras propias fallas. Por algo dice la Biblia, que a los ojos de cada hombre, sus caminos son perfectos. Nadie se echa tierra a sí mismo.
A veces queremos, demandamos cosas del otro que nosotros no damos. na vez me dijeron: «Si no te gusta lo que estás recibiendo; revisa lo que estás dando».
A veces las mujeres queremos que nuestro hombre nos trate como una dama, pero no somos ni nos comportamos como una; y los hombres quieren que su mujer lo trate como un caballero, pero no es ni se comporta remotamente como uno.
Se trata de CEDER, de RECONOCER.
La Biblia dice también: «Maridos, AMEN a su mujer», y a la mujer le dice: «Mujeres, respeten a su marido». Lo que traducido dice que nosotras las mujeres necesitamos ser amadas por nuestra pareja, para nosotras las mujeres, el amor lo es todo, traducido en atenciones, detalles, palabras acertivas, tempo de calidad, etc.
Y para los hombres, es vital sentirse amado por su mujer traducido eso en respeto, admiración. Al hombre le gusta sentir que es fuerte y es el héroe de su mujer.
Perder nuestra esencia, hace que el otro también pierda la suya para con nosotros.
Vemos lo que el otro hace, pero no vemos lo que nosotros hacemos o hemos dejado de hacer, y que eso haya transformado al otro para mal.
Si quieres vivir una vida con propósito y agradar a Dios escucha a Jesús que te dice tienes que olvidarte de hacer tu propia voluntad.
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Autor: Ninibeth A. Salcedo
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